Lo de María y Roberto fue de cuento, uno muy muy bonito del que pudimos formar parte retratándolo. Así empezamos el día tras una accidentada llegada a Potes, Cantabria (la única vía de acceso desde Asturias está en obras) en plena comarca de Liébena, rodeados de naturaleza, ríos y montañas en el que es uno de los pueblos más bonitos y cuidados de toda la comunidad cántabra. Roberto nos esperaba en el Hotel Casa Cayo con su traje de Ramiro Díaz Santander; algo nervioso empezaba a vestirse con la ayuda de sus padres. Mientras, en la casa de María a las afueras del pueblo todo el mundo funcionaba como un engranaje, últimas llamadas "check", glos labial "check", desenfundar vestido de Alma de Boda "check". Las amigas de María no podían esperar ni un minuto más para verla en uno de los mejores días de su vida.
En el centro de Potes, en la Iglesia de San Vicente Mártir los invitados comenzaban a llegar. La iglesia ya estaba decorada por José Flores y Plantas, y el párroco aguardaba a la pareja. La ceremonia religiosa de María y Roberto sería de todo menos un manual encorsetado, en su lugar la música llenaría y haría inolvidable cada momento, y es que incluso hubo sorpresa a la guitarra y a la voz. Lágrimas y firmas, la pareja salió del templo entre una lluvia de pétalos y vítores. Era nuestro momento, la sesión de pareja. Caminamos dos minutos por el casco antiguo entre sus calles empedradas hasta uno de los puentes sobre el Río Deva que conformaba una auténtica postal. El velo del vestido de María ondeaba al viento. Seguimos inmortalizando a la pareja entre las zarzas de su viñedo familiar ya cerca de la finca particular Albanes, donde celebrarían entre vistas a la montaña el resto de su gran día.
El catering empezaba a manos de los cocineros de El Nuevo Molino de Puente Arce y las manos curiosas se abalanzaban sobre las bandejas de los camareros. La fiesta empezaría temprano ya que por sorpresa apareció la charanga de Fugitivos montando un buen percal. Ya animado el ambiente, María y Roberto entraron por todo lo alto al banquete entre brindis y servilletas que volaban por toda la carpa. Corte de tarta, discursos y palabras, la intervención de los abuelos de María que nos sacaría más de una lágrima... ¡y regalos! 
Ya caía el sol por la cima de las montañas en una tarde-noche de Julio en aquel precioso valle de Cantabria que ya incitaba a ponerse la chaquetilla. Aprovechamos esta luz dorada para retratar a la pareja corriendo entre la hierba de una forma más animada y más auténtica, dejando cualquier atadura atrás y capturando unos de los instantes más bonitos del día. Tras ello, la música empezó a sonar de nuevo, esta vez a los platos de Fdez DJ Events quien pondría todo patas arriba hasta bien entrada la noche.
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