Lo de Lara y Wil fue un bodón, de eso no cabe duda alguna, pero las imágenes que acompañan a estas líneas fueron tomadas unos meses después de su gran día. Llevábamos tiempo pensando en la sesión de pareja, el frío empezaba a apretar y los días eran más cortos que nunca, aunque eso tendría sus puntos buenos, menos gente y un atardecer más temprano. Tras muchos fines de semana de lluvia y un bonito moodboard en Pinterest para ponernos a tono, elegimos la Playa de Salinas como localización para la sesión postboda.
Todo es más sencillo y natural cuando hay una intención detrás, en este caso era el volver a vernos, recordar la gran boda y sus anécdotas, pero sobre todo, pasarlo bien y dejarnos llevar. En esta ocasión probábamos como nuevo juguete la Fujifilm X-T5, la cámara que nos acompañará la próxima temporada de bodas junto al nítido 35mm 1.4 de la marca (tiene ese algo especial de las mejores lentes fijas, algo casi vintage). Lara y Wil repetían la galas de su gran día, vestido de Blanco de Novia para ella, traje de Bernardo para él, zapatos Flor de Asoka.
Luz dura al atardecer entre los pinos, los primeros besos y risas nerviosas. Duna arriba corrimos llenándonos de arena hasta que el horizonte mostró el mar, y entonces, el velo al aire. Como no podría ser de otra manera acabaríamos pasados por agua. El resultado; una sesión de pareja natural con una vibra entre lo editorial y lo documental sin excesos y sin dejarse nada en el tintero, un recuerdo para siempre de una fría, pero soleada tarde de Diciembre, juntos.